Columnas

Tell Magazine, Diciembre 2013. Frida Kahlo. México

Luego de haber revisado algunos de los puntos más emblemáticos de Italia, nos desplazamos a México con la misma mirada, es decir, una observación sobre los «puntos postales» que presenta el país, y mediante los cuales, deciden exportar su propia imagen. Revisaremos desde edificios contemporáneos hasta pueblos patrimoniales, pasando por algunos personajes clave de la historia, templos y museos.

Vamos directo al grano. Al señalar «puntos postales» dice relación con una identificación que cruza la frontera. Algunos puntos más tempranos que otros, fueron escogidos por su potencial para luego sacarle partido en el amplio sentido de sus oportunidades. El caso de Frida Kahlo, se convierte -probablemente- en uno de los mejores ejemplos de esta selección. Por un lado, le sacan partido educando a las nuevas generaciones, pero por otro, se propuso su divulgación para figurar en el mapamundi de intereses turísticos, explotándolo comercialmente con toda y justa razón. Esto no solo consiguió que esta pintora mexicana se transformara en uno de los íconos del país, sino también, captó la mirada e interés del cliente llamado turista.

Antes de seguir, basta con hacer un simple ejercicio de reconocimiento inmediato. Si pensamos en Francia, se nos viene a la cabeza la torre Eiffel, a la inversa, si vemos el Cristo en la punta del cerro, pensamos en Brasil. Haga usted la prueba. Piense en un país y luego asócielo rápidamente la postal que lo identifica: En Australia la Opera de Sídney, en Estados Unidos la Estatua de La Libertad, en Italia la torre de Pisa, en Egipto las pirámides, en China la Muralla y en Perú las ruinas de Machu Picchu. Esto no dice relación con el valor histórico ni envergadura (aunque en algunos casos ayuda), sino mas bien, con el trabajo, estrategia y perseverancia que existe detrás. Cada nación decide con qué y cómo divulgarlo, por ejemplo, introduciéndolo a temprana edad en los libros de historia del colegio, guías turísticas, películas, reportajes y tantos medios de difusión como puedan ir apareciendo.

Pasando al personaje, vemos como sus autorretratos reflejan los estados de ánimo provocados principalmente por el sufrimiento físico que la atormentó durante toda su vida. Esta triste realidad fue lo que, en definitiva, marcó claramente el sello «Frida». Convencida con el modo de comunicar su vida a través de los pinceles, rechazaba que la calificaran como surrealista. Insistía que simplemente pintaba su vida, no sus sueños, por lo tanto, y por el contrario, realismo puro. Esta franca, evidente y a ratos ingenua expresión sobre sus telas -en conjunto con el trabajo de marketing mencionado- no solo consiguen que sea muy difícil no haber visto un cuadro de ella, sino además, y más difícil aún, haberlo visto y no identificarlo.

La moraleja de esto consiste en la simbiosis entre país e ícono. El primero hace un esfuerzo en catapultarlo, y el segundo, de captar la atención del cliente. Cabe preguntarse si en Chile tenemos o no materia prima. Si la tenemos, falta el apoyo. Si no la tenemos, falta la cultura. El problema es que descansamos en el desierto florido, la cordillera y las Torres del Paine. Es más fácil que los bienes naturales hagan la pega.