Columnas

Tell Magazine, Junio 2014, Teotihuacan, México.

Inexplicable por donde se le mire. Esto debido a que, cuando se descubrió, se encontraba destrozada, quemada y abandonada por siglos. Junto con lo anterior, los escasos registros que hubiesen podido ayudar a reconstituir parte de la historia, no informaban la realidad, sino, lo que especulaban y fantaseaban respecto al lugar. Es ahí donde se va todo a las pailas, ya que, para desorientar aún más las hipótesis, mencionan a una raza de gigantes enterrados en estos templos, quienes, al morir, se transformaban en señores todopoderosos. Una cosa es que así haya sido, y otra es que así lo hayan pensado. Lo importante para los mexicanos es que -independiente de la versión real- se prestó para generar un «museo a cielo abierto» que hoy en día no sólo le ha otorgado jugosos dividendos, sino que además, a contribuido a posicionar al país en el mapamundi de intereses turísticos.

Teotihuacan o «ciudad de los dioses» se configuraba por un eje o avenida central denominada «Calzada de los Muertos», de orientación Norte-Sur, con dos kilómetros de longitud y donde se instalaban ciertos edificios tales como templos, palacios y viviendas de algunos personajes emblemáticos de la época. Hoy, con mayor información, educación, experiencia, reflexión y tecnología, desde el punto de vista urbanístico, seguimos viendo las mismas alamedas que atraviesan parte importante de las ciudad, dando cabida a iglesias, casonas, e incluso, la mismísima casa de gobierno. Al parecer, la única diferencia conceptual entre las ciudades del pasado y las de hoy, se manifiesta desde un punto de vista del rito. Unos las ocupaban -ilusamente- para transformar a sus difuntos en dioses, y otros, las usan abusiva y descaradamente para alegar por sus derechos olvidando sus obligaciones.

En la Calzada de los Muertos se destacan dos edificaciones, la pirámide del sol y de la luna. La primera, equivalente a un edificio de 20 pisos de altura, posee un túnel que pasa a 6 metros por debajo de los cimientos, siendo su trayectoria irregular -no recta- y que llega justo al centro de la pirámide. Como el misterio es el protagonista en este conjunto urbano, no se reconoce el motivo de este corredor. Por un lado tenemos la complejidad para ejecutar este subsuelo, y por otro, la distorsión de sus pensamientos, lo que se presta para asignarle el mas frenética de las funciones. Por otro lado, en la cima de la pirámide, y a modo de coronación, existía una infraestructura donde se realizaban actividades religiosas asociadas con la divinidad que lleva su nombre. Una de las hipótesis, consiste en sacrificios humanos, para luego arrojar los cuerpos por sus escalinatas. Lo pronunciado de la pendiente, conseguía una caída estridente y sangrienta, de modo tal, que sus dioses premiaran satisfactoriamente esta demencia colectiva. Del mismo modo, agradecerían los animales, herramientas, armas y alimentos que la gente les dejaba en la pirámide de la luna, para que, el traspaso a su condición de dioses, sea acompañado, protegido y abundante.

En síntesis, se identifica lo que hay pero no se sabe por qué está, existiendo tantas hipótesis como cantidad de personas pretendan estudiar este caso. Es probable que en el mismo tiempo que ha pasado desde Teotihuacan a la fecha, las futuras generaciones no logren entender cómo era posible que en nuestra ciudad contáramos con una alameda, desde hoy, «Calzada de los Reclamos» donde además, se permitía que un ciudadano golpee despiadadamente a un uniformado quien, paradójicamente, esta para ayudarlo y protegerlo.

Pd: En una balanza de distorsiones y demencias, ambas culturas tienden al equilibrio.